Tuvimos las suerte de que como inicio de trabajo en el proyecto Bideratuz se nos recomendará la lectura de este estupendo libro, que aborda el trabajo con alumnos con dificultades de regulación de comportamiento, además hablado para profes, en un contexto escolar, en una “relación educativa”. Esto es importante pues los psicólogos no suelen contextualizar en la escuela, esto es importante, pues estos alumnos en los centros educativos son difíciles, traen quebraderos de cabeza al profesorado, irrumpen en las dinámicas de clases, destrozan las planificacione y minan la moral,...
Ahora, todo esto no es un excusa para no trabajar con este colectivo, ni trabajar a parte, como los libros de esta colección, no pierden demasiado tiempo en hablar en defensa de la escuela inclusiva, sino que se da por hecho, “si queremos que las personas convivan en un futuro, tenemos que hacer que convivan desde ya”.
Nos ha gustado en enfoque comunitario, poniendo claros desde el principio algunos referentes teóricos; enfoque sistémico, constructivismo social, resilencia y también las psicología dinámica (necesaria para la mirada de la personalidad adolescente).
En este sentido tratando de contextualizar a estos alumnos, empieza haciendo un interesante análisis del instituto como espacio social de vida en común. Que no escapa a la fragilidad de todo lo común, hoy en día, en la que se han perdido puntos de referencia y trabajo en equipo, que se traduce en un “archipiélago de soledades” y una “inercia organizada”. Con esto va concluyendo que el comportamiento no regulado se debe tratar en el espacio común de la convivencia en el que se manifiesta y nos hace propuestas claras “crear en el instituto un espacio que nos conduzca hacia la reconstrucción de las referencias” y nos orienta hacia formas de intervención y organización educativa que puedan acoger y dar respuesta a estos alumnos y convertir el instituto en el recurso educativo más potente para transformar las conductas del alumnado.
Más adelante los autores manifiestan que hay distintas maneras de entender los comportamientos no regulados, y que es muy decisivo la manera de entender, pues si a la hora de analizar estos comportamientos hacemos más hincapié en los síntomas haremos intervenciones centradas más en el profesional que en el alumno. Aquí es donde se nos va a desentrañar la expresión del título: “alumnos con dificultades de regulación del comportamiento” en la que no se habla de un diagnóstico y que no resalta las consecuencias, sino la dimensión personal, así como situarlo en un contexto. Este contexto es el contexto escolar, al que se le atribuyen tres importantes funciones, prevención, detección-derivación, colaboración. Subrayando la importancia del trabajo en común de profesionales del mundo educativo como de la salud mental.
Nos recuerdan que estos comportamientos provocan en los educadores que trabajamos respuestas reactivas y precipitadas, que no permiten entender la lógica interna de estas conductas. Para entender estas conductas, nos introducen en el concepto de “ sentimiento de vida” en el que percibimos nuestra vida como algo valioso o sin valor, que nace sin duda en las relaciones establecidas con adultos de referencia en los primeros años. Es así cuando podemos ver un valor positivo en estas conductas desajustadas, cuando nos damos cuenta que son gritos esperanzados para que se reconozca y repare su pérdida. Es aquí donde se puede situar un trabajo de reconstrucción.
Los autores siguen sin meterse en diagnósticos pero si se atreven a hablar sobre una de las características más importantes de los jóvenes que comparten la experiencia de sentir la vida con indignidad, que es la inflexibilidad en el pensamiento. Ya que pensar amenaza la estabilidad, el pensamiento flexible nos da significado a lo que sucede con recuerdos anteriores, (en este caso esos recuerdos es una caja de pandora que es mejor no tocar). Esta inflexibilidad lleva a la precipitación, ya que se actúa sin pensar, eliminado este paso en la secuencia ver-pensar-actuar.
Esta inflexibilidad se traslada a la comunicación, anulándola haciendo que no se escuche, que se tomen las interlocuciones como un ataque, y responda al ataque. De la misma manera esta inflexibilidad impide el aprendizaje, pues cuando se está en una situación de aprendizaje se sienten fracasados y por tanto provoca malestar,responder a este malestar nos ocupa tanto que no se puede hacer nada más.
Finalmente esta inflexibilidad incapacita para la elaboración de las situaciones que nos ocurren. Es aquí donde se subraya que “ayudar a elaborar es una función educativa”.
Se sigue insistiendo en el libro, la idea de la responsabilidad de los agentes educativos de transformar el comportamiento regulado. Para ello es muy importante crear una relación con este alumnado. Las relaciones de profesor alumno están asentadas en el saber uno enseña otro aprende, o aprendemos todos, pero con estos alumnos que no vienen a aprender tenemos que establecer otras relaciones, buscar una relación más personal, acompañante, tutor, transmitir que estamos ahí.
Y acaba el libro desarrollando el punto del trabajo con la familia, que es muy importante.
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