Tanto los dirigentes educativos como los miembros de la comunidad, en su sentido más amplio, han pedido a menudo que se ponga un acento renovado en las capacidades básicas. Esta meta, sin embargo, se ha invocado ampliamente de un modo defensivo. Diferenciándose aparentemente de los estudiantes de épocas pasadas, nuestros licenciados no son capaces de leer, escribir o calcular con perfección, por lo que no pueden conservar un empleo, y no digamos ya ser ciudadanos productivos de una comunidad.
Declararse contra la institución de las enseñanzas básicas (lectura, escritura y aritmética) en la escuela es como estar en contra de la maternidasd o la bandera. Está fuera de toda duda que los estudiantes deben tanto leer y escribir como deleitarse con dicha capacidad. Sin embargo, la vacuidad esencial de esta meta queda ejemplarizada con el hecho de que los niños pequeños de los EEUU han sido alfabetizados en un sentido literal; es decir, dominan las reglas de la lectura y escritura incluso cuando leen sus tablas de sumar o multiplicar. Lo que se ha perdido no son sus habilidades descodificadoras, si no dos facetas distintas: la capacidad de leer para comprender y el deseo mismo de leer. se puede contar casi la misma historia en relación con los elementos de alfabetización restantes; ni la mecánica de la escritura ni los algoritmos de la sustracción están ausentes, si no lo que sucede es que más bien ha desaparecido tanto el conocimiento acerca de cuándo recurrir a esas habilidades como la inclinación a hacerlo, así de un modo productivo en la propia vida cotidiana. Alcanzar las habilidades requiere esfuerzo y disciplina.
Howard Gardner "La mente no escolarizada"
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