En un capítulo de su libro Realidad y Juego, D.W. Winnicott
renombrado psicoanalista inglés, reflexiona y nos transmite sus experiencias en
torno a la ubicación de la experiencia cultura.
Por una parte completa una cita suya en una reunión de
psicoanalistas en la que afirmó:
“En su topografía de la mente, Freud no reservó un lugar para la
experiencia de las cosas culturales. Asignó un nuevo valor a la realidad
psíquica interna, y de ello nació un nuevo valor para cosas real y
verdaderamente exteriores. Usó la palabra “sublimación” para indicar el camino
hacia un lugar en que la experiencia cultural adquiere sentido, pero quizá no
llegó tan lejos como para decirnos en que parte de la mente se encuentra esa
experiencia.”
Por otro lado el autor usa
también una cita de Tagore “en la playa
de interminables mundos los niños juegan” dándole un significado de playa
como frontera, lugar de interrelación entre el mar y la tierra, y en ella se
juega, se crea, se construye y reconstruye,…
Este autor, en otros capítulos de
este libro nos ha hablado del juego como la actividad (primera) del niño (y
adulto) de crear, imaginar, dar sentido al objeto, por tanto de reconocer el
objeto (no-yo), reconocerse a sí mismo, y poder abstraerlo y por tanto de
alguna forma inmaterial poseerlo, aunque éste esté lejos.
Da gran importancia al objeto
transicional, como paso de la dependencia absoluta de la madre (Winnicott llega
a decir que el bebé no existe diferenciado de su madre) a la formación de una
estructura personal autónoma.
Más adelante el autor muestra en
este capítulo una demanda al psicoanálisis de la necesidad de estudiar la vida,
la vida sana, ya que parece estar centrado en la enfermedad y para sanar hay
que ofrecer una vida, sobre todo a los pacientes que deliberan entre la vida y
la muerte. Pues cree que vivir no es cualquier cosa y que los analistas estarían en capacidad de
decir una palabra en torno a lo que es la vida.
Winnicott afirma que el objeto se
constituye en un símbolo (más a delante el artefacto que diría M.Cole) entre el
niño y la madre, y que la salud psíquica se va construyendo en una zona de
separación de la madre, en lo que ésta no llega a desaparecer tanto tiempo como
para causar una pérdida irreparable, sino que el niño tiene la capacidad para
continuar la relación y no como en casos que el tiempo es tal que causa en el
niño un sensación de muerte y por tanto tiene que reconstruir la relación.
El primer caso (la separación no
superior a un tiempo) prueba para Winnicott la existencia de un sistema de memoria
y una organización de recuerdos (símbolos), un lugar en el que la separación de
la madre es una forma de unión.
Esto pertenece a la experiencia;
la experiencia de relación con los objetos:
Winnicott usa la expresión:
“experiencia cultural” como una ampliación de la idea de los fenómenos
transicionales y del juego. Para el autor la cultura es un juego entre la
aceptación de la tradición y la construcción de novedades,…, lo mismo que
significa el juego con el objeto transicional, reconstruir a la madre y jugar,
imaginar, desear,….
Tesis principal de Winnicott en este capítulo:
- El lugar de ubicación de la experiencia cultural es el espacio potencial que existe entre el individuo y el ambiente (al principio objeto). La experiencia cultural comienza con el vivir creador, cuya primera manifestación es el juego.
- En cada individuo la utilización de dicho espacio la determinan las experiencias vitales que surgen en las primeras etapas de la existencia.
- Desde el principio el bebe vive experiencias de máxima intensidad en espacio potencial que existe entre el objeto subjetivo y el objeto percibido en forma objetiva, entre las extensiones del yo y el no-yo. Este espacio se encuentra en el juego recíproco entre el no existir otra cosa que yo y el existir de objetos fenómenos fuera del control omnipotente.
- Todos los bebés tienen en dicho espacio sus propias experiencias favorables o desfavorables. La dependencia es máxima. El espacio potencial se da sólo en relación con un sentimiento de confianza por parte del bebé, es decir, de confianza vinculada con la confiabilidad de la figura materna o de los elementos ambientales, siendo la confianza la prueba de la confiabilidad que comienza a ser introyectada.
- Para estudiar el juego y después la vida cultural del individuo es preciso examinar el destino potencial que hay entre el bebé cualquiera y la figura materna humana (y por tanto falible), que en esencia es adaptativa debido al amor.
Winnicott dice que este espacio
potencial puede llegar ,o no, a destacarse como zona vital mental de la persona
en desarrollo.
El niño si se le ofrece la
posibilidad juega con un objeto antes poseído. Pero si no se le da esa
oportunidad, no existe entonces zona alguna en la cual pueda jugar o tener
experiencias culturales; se sigue de ello que no hay vínculos con la herencia
cultural y que no se producirá una contribución al acervo cultural.
El niño privado es inquieto e
incapaz de jugar, posee una capacidad empobrecida para la experiencia en el
terreno cultural.
La falta de confiabilidad o
perdida del objeto significa para el niño la perdida de la zona de juego, y la
del símbolo significativo.
El niño “sano” llena este espacio
de los productos de la imaginación creadora,…, el niño no-sano se queda vacío o
se llena por lo que le inyecta en el alguien que no es el mismo, que se
convierte en material persecutorio, pues se rechaza (instinto de protección, de
defensa).
En la reconstrucción de este
espacio la llave de entrada es la confianza; “la capacidad para formar imágenes
y usarlas de manera constructiva, por recombinación de nuevas figuras, depende
de la capacidad del individuo para confiar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario