miércoles, 24 de junio de 2015

El lugar de la experiencia cultural. D.W. Winnicott.



En un capítulo de su libro Realidad y Juego, D.W. Winnicott renombrado psicoanalista inglés, reflexiona y nos transmite sus experiencias en torno a la ubicación de la experiencia cultura.


Por una parte completa una cita suya en una reunión de psicoanalistas en la que afirmó:
“En su topografía de la mente, Freud no reservó un lugar para la experiencia de las cosas culturales. Asignó un nuevo valor a la realidad psíquica interna, y de ello nació un nuevo valor para cosas real y verdaderamente exteriores. Usó la palabra “sublimación” para indicar el camino hacia un lugar en que la experiencia cultural adquiere sentido, pero quizá no llegó tan lejos como para decirnos en que parte de la mente se encuentra esa experiencia.”

Por otro lado el autor usa también una cita de Tagore “en la playa de interminables mundos los niños juegan” dándole un significado de playa como frontera, lugar de interrelación entre el mar y la tierra, y en ella se juega, se crea, se construye y reconstruye,…

Este autor, en otros capítulos de este libro nos ha hablado del juego como la actividad (primera) del niño (y adulto) de crear, imaginar, dar sentido al objeto, por tanto de reconocer el objeto (no-yo), reconocerse a sí mismo, y poder abstraerlo y por tanto de alguna forma inmaterial poseerlo, aunque éste esté lejos.
Da gran importancia al objeto transicional, como paso de la dependencia absoluta de la madre (Winnicott llega a decir que el bebé no existe diferenciado de su madre) a la formación de una estructura personal autónoma.

Más adelante el autor muestra en este capítulo una demanda al psicoanálisis de la necesidad de estudiar la vida, la vida sana, ya que parece estar centrado en la enfermedad y para sanar hay que ofrecer una vida, sobre todo a los pacientes que deliberan entre la vida y la muerte. Pues cree que vivir no es cualquier cosa y  que los analistas estarían en capacidad de decir una palabra en torno a lo que es la vida.

Winnicott afirma que el objeto se constituye en un símbolo (más a delante el artefacto que diría M.Cole) entre el niño y la madre, y que la salud psíquica se va construyendo en una zona de separación de la madre, en lo que ésta no llega a desaparecer tanto tiempo como para causar una pérdida irreparable, sino que el niño tiene la capacidad para continuar la relación y no como en casos que el tiempo es tal que causa en el niño un sensación de muerte y por tanto tiene que reconstruir la relación.

El primer caso (la separación no superior a un tiempo) prueba para Winnicott la existencia de un sistema de memoria y una organización de recuerdos (símbolos), un lugar en el que la separación de la madre es una forma de unión.
Esto pertenece a la experiencia; la experiencia de relación con los objetos:







Winnicott usa la expresión: “experiencia cultural” como una ampliación de la idea de los fenómenos transicionales y del juego. Para el autor la cultura es un juego entre la aceptación de la tradición y la construcción de novedades,…, lo mismo que significa el juego con el objeto transicional, reconstruir a la madre y jugar, imaginar, desear,….

Tesis principal de Winnicott en este capítulo:
  1. El lugar de ubicación de la experiencia cultural es el espacio potencial que existe entre el individuo y el ambiente (al principio objeto). La experiencia cultural comienza con el vivir creador, cuya primera manifestación es el juego.
  2. En cada individuo la utilización de dicho espacio la determinan las experiencias vitales que surgen en las primeras etapas de la existencia.
  3. Desde el principio el bebe vive experiencias de máxima intensidad en espacio potencial que existe entre el objeto subjetivo y el objeto percibido en forma objetiva, entre las extensiones del yo y el no-yo. Este espacio se encuentra en el juego recíproco entre el no existir otra cosa que yo y el existir de objetos fenómenos fuera del control omnipotente.
  4. Todos los bebés tienen en dicho espacio sus propias experiencias favorables o desfavorables. La dependencia es máxima. El espacio potencial se da sólo en relación con un sentimiento de confianza por parte del bebé, es decir, de confianza vinculada con la confiabilidad de la figura materna o de los elementos ambientales, siendo la confianza la prueba de la confiabilidad que comienza a ser introyectada.
  5. Para estudiar el juego y después la vida cultural del individuo es preciso examinar el destino potencial que hay entre el bebé cualquiera y la figura materna humana (y por tanto falible), que en esencia es adaptativa debido al amor.

Winnicott dice que este espacio potencial puede llegar ,o no, a destacarse como zona vital mental de la persona en desarrollo.

El niño si se le ofrece la posibilidad juega con un objeto antes poseído. Pero si no se le da esa oportunidad, no existe entonces zona alguna en la cual pueda jugar o tener experiencias culturales; se sigue de ello que no hay vínculos con la herencia cultural y que no se producirá una contribución al acervo cultural.

El niño privado es inquieto e incapaz de jugar, posee una capacidad empobrecida para la experiencia en el terreno cultural.

La falta de confiabilidad o perdida del objeto significa para el niño la perdida de la zona de juego, y la del símbolo significativo.

El niño “sano” llena este espacio de los productos de la imaginación creadora,…, el niño no-sano se queda vacío o se llena por lo que le inyecta en el alguien que no es el mismo, que se convierte en material persecutorio, pues se rechaza (instinto de protección, de defensa).

En la reconstrucción de este espacio la llave de entrada es la confianza; “la capacidad para formar imágenes y usarlas de manera constructiva, por recombinación de nuevas figuras, depende de la capacidad del individuo para confiar.

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